Silvia Marsó es la protagonista en el Teatro Galileo de 24 horas en la vida de una mujer. Silvia Marsó (Barcelona, 1963) indaga, gracias a las palabras de Stefan Zweig, en lo más profundo de la condición humana
Entrevista con el El Cultural de El Mundo en la que hablo sobre la obra de teatro 24 Horas en la vida de una mujer, de Stefan Zweig, a consecuencia de su representación en el Teatro Galileo de Madrid.
Puedes leer el original de la entrevista haciendo clic aquí.
EL CULTURAL – 8 enero, 2021
¿Qué libro tiene entre manos?
El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Y acabo de recibir de su propia mano, con dedicatoria, Peregrinos del absoluto, de Rafael Narbona.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
Todos los líos que conlleva la producción teatral.
¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?
Con Wangari Muta Maathai, Nobel de La Paz de 2004.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
El principito, gracias a mi profesora de literatura. Tendría unos nueve años.
¿Cómo le gusta leer, cuáles son sus hábitos de lectura?
Anocheciendo. Cuando quedan en silencio las ciudades y los barrios. Con una luz pequeña dirigida al libro. En papel, contradiciendo mi conciencia ecológica.
¿Qué le que atrae de Stefan Zweig?
La primera novela que leí suya fue Carta de una desconocida, después El mundo de ayer. Cada uno de sus relatos y sus libros te transportan hacia lo más profundo de nuestra condición humana.
¿Qué ha supuesto 24 horas en la vida de una mujer en su carrera interpretativa?
Siempre he querido apostar por el más difícil todavía. Tras 40 años de profesión, solo me motivan los retos.
¿Qué podemos aprender hoy de la Señora C?
Que un día el destino nos pone en un cruce de caminos y nos ofrece la oportunidad de subirnos a un tren que cambie nuestra existencia, pero nuestra ceguera o cobardía quizás nos impida darnos cuenta.
¿Sus sensaciones en el escenario en este contexto tan duro son diferentes a las de antes?
Es una especie de heroicidad, una apuesta por perseverar y no dejarse vencer por las circunstancias. Precisamente ahora, la cultura es un bien que debemos defender.
¿Hay más consciencia de la importancia de estar sobre el escenario?
Claro, porque ahora todo tiene más mérito por la incertidumbre de los tiempos.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Me dejo llevar por la emoción en todas las artes. No tengo un sentido crítico al respecto. Pero me gusta saber, averiguar y analizar las distintas corrientes que han ido transformando la pintura a través de los siglos.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
De Picasso. Una obra que me atrapó fue La planchadora. Como actriz percibí en la forma de su cuerpo todo el poso de una vida dura, devastadora y la tristeza de su rostro. Ufff, me quedé mirándola más de media hora…
¿Cuál ha sido la obra de teatro que más le ha impactado?
Incendios, de Wajdi Mouawad. Siempre será la mejor que he visto.
¿Se ha ‘enganchado’ a alguna serie?
Me gustan más las miniseries: Unorthodox, Creedme… pero cuando estuve cuidando a mi madre en el confinamiento nos enganchamos las dos a The Crown.
¿Cuál es la película que ha visto más veces?
Ciudadano Kane, de Orson Welles. La vi por primera vez cuando tenía once años y al descubrir qué era ‘Rosebud’ me quedé sin habla.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Llevo desde los 17 años haciendo giras teatrales por todas las comunidades. Me la conozco como la palma de mi mano. ¿Cómo no me va a gustar? Me acuerdo de la primera vez que vi, siendo una adolescente, la catedral de Burgos, la Plaza Mayor de Salamanca, la playa de la Concha de San Sebastián, el Albaicín de Granada… esa es la gran suerte de pertenecer a esta profesión.
Denos una idea para mejorar la situación cultural.
Hay que insistir en la educación. Me preocupa que las nuevas generaciones vivan enganchadas a las pantallas y les resulte tan difícil leer libros. Por eso, como ocurre en una serie en la que participé, Merlí. Sapere Aude, creo que se debería introducir el contenido cultural y reflexivo en los productos que consumen los jóvenes.